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Hacer una buena lectura de la realidad, asegura intervenir en ella eficazmente y transformarla, si hay voluntad. El año pasado muchos pensábamos que era imposible que Javier Milei ganara las elecciones primarias. Ganó. Después del triunfo de Massa en las generales, creíamos que perdería nuevamente. Y ganó otra vez. Luego, imaginamos que no duraría en el gobierno ni tres meses, ni cuatro, ni cinco, ni seis meses, según el pronóstico de Moreno, quien tiene el peronómetro. Y se consolidó. Pero no solamente se consolidó, alineó tras de él a toda la derecha, incluyendo a sus gobernadores. Sancionó leyes teniendo poquitos legisladores propios. Los dirigentes del palo esperaban un estallido social. No sucedió. Nada de lo pensado y esperado sucedió.
La única verdad es la realidad, decía Juan Perón. Lo cierto es que la realidad es muy compleja, y en consecuencia es muy difícil arribar a “la verdad”. Según datos que arroja una encuesta realizada por el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes, hecha en la primera semana de agosto a votantes de Milei y de Massa de la segunda vuelta de las presidenciales del pasado año, nos ilustran qué y cómo piensan compatriotas, ayudan comprender la laberíntica realidad, y quizás acercarnos un poquito a la inefable “verdad”.
Para comenzar, es interesante saber que el 11% de las personas que votaron a Milei se sienten arrepentidas de haberlo hecho, no obstante, el 45% de ellos opina que está llevando adelante una gestión extraordinaria y un 44% manifiesta que es un buen gobierno, aunque no cubre todavía todas sus expectativas por las cuales lo eligieron. El 37% de sus votantes no “arrepentidos” cree que sería un éxito de la gestión libertaria si lograra acabar con los planes sociales, con el feminismo y con el curro de los derechos humanos. Del voto de este sector político, las mujeres son las más críticas a la actual gestión nacional, aunque en su inmensa mayoría no estarían dispuestas a protestar, aún con consecuencias económicas adversas. El 75% de las y los votantes libertarios sí está dispuestos a sufrir con la esperanza de un futuro más próspero. Esta lógica está íntimamente vinculada con la mística evangélica, sector religioso que masivamente se incorporó, desde el voto, pero también desde la militancia, a las filas “libertarias”.
¿Por qué, 4 de cada 10 personas, votantes de Milei, quieren terminar con el feminismo? Un dato particular y llamativo vislumbra una respuesta. El 38% de los varones de los encuestados manifiestan tener algún inconveniente al momento de relacionarse con las mujeres, y atribuyen esta situación al feminismo. Además de aflorar un machismo no asumido, inculpando al otro sexo las carencias generadas por el patriarcado, emerge una orfandad identitaria. Sentirse solo sin pertenencia a ningún grupo. Milei supo darles identidad a varones jóvenes, que en un 80% lo votó. Faltó una alternativa que supiera construir una comunidad identitaria, una referencia superadora, una nueva masculinidad, complementaria al feminismo, plantea el Doctor en Ciencias Sociales Javier Balsa.
De las 1.356 personas encuestadas acerca de su posicionamiento político en cuanto a las ideas económicas, el 26% se declararon neoliberales/libertarios, mientras que el 33% se consideran cercanos a los ideales neoliberales. Se puede considerar entonces, que casi el 60% de la sociedad argentina se la puede ubicar en el lado derecho de la foto política. Se desprende también de las preguntas realizadas por la universidad bonaerense, que no existen los liberales clásicos. Aquí pareciera no haber novedades, porque siempre las y los liberales en nuestro país, fueron liberales en lo económico, pero conservadores, cuando no fascistas, en lo social y político.
En cuanto a las personas que dieron su voto a Massa, califican al gobierno de Milei como nefasto y desastroso, a excepción de una ínfima minoría que estima que es un gobierno con algunos pocos aciertos. En la actualidad, de la totalidad de las y los encuestados, sólo un 4% lo pondera a Sergio Massa como un político confiable, mientras que a Axel Kicillof un 27%, y lo sigue Cristina Fernández con un 15%; Juan Grabois con un 10%; Myriam Bregman con un 5%, Leandro Santoro con un 4%, Guillermo Moreno 3,2%. Poco más del 80% de los votantes a Massa tiene algún/a dirigente/a como referente/a, lo cual demuestra que la desorientación la tienen más las y los dirigentes que los votantes. Las personas que se identifican con una propuesta nacional, popular, progresista, no admiten propuestas conservadoras. Esto se evidencia en el escaso crecimiento de Guillermo Moreno como figura política alternativa en este espacio, a pesar de su alta exposición mediática.
Al preguntarles a quiénes votaron a Unión por la Patria, qué les representa el peronismo, las palabras “tibio”, “pasivo”, o con significación similar las manifestó un 30%, mientras que las palabras “desorganización”, ”confundido”, rondaron cerca del 20%. El resto expresó representarle positivamente, con palabras vinculadas al ideario peronista como “justicia social”, “soberanía”, “igualdad”, “derechos”, entre las principales. El 98% no creen en ninguna propuesta política que tenga que ver con el liberalismo o neoliberalismo y mantienen sus convicciones en una agenda política progresista y/o popular. Es decir, existe un ideario consolidado. El kirchnerismo, como sector más representativo del peronismo, no tuvo continuidad. Los tres candidatos a presidente que postuló el espacio identificado como nacional y popular, después de los gobiernos de Néstor y Cristina, lo acreditan. El teorema de Baglini (un diputado nacional de la UCR de la década de los 80, que afirmaba que “la responsabilidad es directamente proporcional a las posibilidades de acceder al poder”) invadió el espacio. No se tuvo en cuenta que Baglini era radical, y su teorema fue creado para justificar las limitaciones ideológicas de ese partido, en aquél tiempo y hecho a medida para todo político timorato, que no se atreva a profundizar cambios en favor de los intereses del pueblo. Esto no sucedió con Perón, ni con Néstor ni con Cristina, pero tampoco sucedió con Milei, quien no apuntó en moderar su discurso después de las elecciones primarias, muy por el contrario, recreó el voto conservador y autoritario, corriendo el eje de la discusión hacia ideas conservadoras, reaccionarias y hasta fascistas.
Las encuestas no tienen la capacidad de dar precisiones sobre percepciones de conductas que se puedan observar. El neoliberalismo ha construido una sociedad disociada, donde abunda el narcisismo por donde quiera uno ver y escuchar. Proyectos personales, basados en las propias necesidades individuales, desvinculados de cualquier proyecto político. Es cierto que este modelo comenzó a hacer agua desde lo económico en los sectores populares –y por lo tanto es “exitoso” para el poder neoliberal-, pero también está afectando a grupos con alguna capacidad económica y financiera, dejándoles truncas las posibilidades de crecimiento, porque las reglas del juego permiten que sólo las grandes corporaciones se “llenan los bolsillos”. Estos sectores medios se tornan cada vez más nihilistas, y lejos de querer identificar que sus problemas provienen del modelo económico, buscan aliviar sus frustraciones mediante chivos expiatorios, despreciando a las personas con bajos ingresos o sin trabajo, estigmatizándoles por el color de piel, o por ser extranjeros procedentes de países limítrofes o tan pobres como el nuestro.
Si la dirigencia nacional y popular no tiene un buen diagnóstico de lo que sucede en la sociedad en un determinado tiempo y espacio, la realidad se torna inexpugnable. Si a esa situación se le suma pragmatismo a cambio de convicciones, la realidad se vuelve insoportable.
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