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No se pueden analizar las elecciones llevadas a cabo en Venezuela sin considerar el bloqueo impuesto por EE.UU. y sus consecuencias económicas y sociales. En los últimos 8 años el país caribeño dejó de percibir 642.000 millones de dólares. Para tener una dimensión de lo que significa, supera un PBI argentino por 22 mil millones. Los ingresos por exportación se redujeron en más de un 90%. Le han confiscado activos, empresas y recursos que se encontraban en Bancos privados extranjeros. Para ejemplificar, en pleno período de pandemia, le confiscaron dos veces los recursos que estaban destinados a comprar las vacunas para el Covid; éste año le confiscaron tres refinerías de la empresa CITGO, perteneciente al Estado venezolano, que se encuentran en territorio estadounidense; el Banco de Inglaterra se le quedó con 30 toneladas de oro, valuado en 1900 millones de dólares. Vale la pena recordar, como uno de los tantos atropellos que ha sufrido Venezuela, el avión Boeing 747-300, perteneciente también al Estado Venezolano fue detenido y decomisado en nuestro país en el 2022, por orden de EE.UU. y con la complicidad del sistema judicial argentino, porque ese avión comercial venezolano no trasgredía ninguna norma. En febrero de este año, el país del norte de América desarmó ese avión y se lo llevó por partes al centro imperial.
Si algo positivo se puede sacar de este bloqueo, es que las y los venezolanos lograron, para sobrevivir, soberanía alimentaria. En el 2015 sólo el 15% de los alimentos producidos en el país abastecían la demanda interna. Hoy todos los productos alimenticios que se consumen internamente se producen y procesan fronteras adentro. También, hay que decirlo, logró bajar la inflación a menos de la mitad que la de nuestro país, sin padecer Argentina ningún tipo de bloqueo.
Obviamente que las consecuencias del bloqueo comercial que padece el país que vio nacer a Bolivar no pueden ser descriptas ni en un artículo ni si quiera en una colección de libros. Son miles de perjuicios muy diversos. Afecta la economía y todo lo que a ella abarca, desde las relaciones políticas hasta las intrafamiliares. El objetivo de EE.UU. y sus sucursales, es que el estado venezolano se desintegre, como lo han logrado con Irak, Afganistán y Libia, para que sean finalmente las empresas petroleras las que fijen sus políticas económicas y reaseguren las condiciones para extraer los recursos de la forma más barata y rápida. La dictadura del capital la imponen de este modo cuando los pueblos se resisten a ser dominados. Por el contrario, cuando los pueblos son de fácil manipulación, utilizan otras herramientas más sutiles dentro del sistema democrático liberal.
Los medios de comunicación internacionales y nacionales, alineados con el poder económico concentrado han machacado tanto con la “dictadura de Maduro y/o chavista”, que hoy es muy simple instalar en la opinión pública que las elecciones llevadas a cabo el domingo pasado son un fraude. Esa misma “opinión pública” desconoce que existe un Consejo Nacional Electoral en la República Bolivariana, que constituye uno de los 5 poderes del sistema republicano, a diferencia de las demás repúblicas con sistema democrático liberal, en las que son tres. Desconoce que ese Poder está encabezado por 5 miembros propuestos por la sociedad civil y designados por la Asamblea Nacional por 2/3 de sus integrantes. Seguramente, esa “opinión pública” también desconoce que en los últimos 25 años, durante la supuesta dictadura chavista, hubieron 30 elecciones nacionales (récord mundial), de las cuales 2 perdió el chavismo, que reconoció enseguida su derrota, y 28 de ellas ganó. Desconoce que, sistemáticamente antes y después de cada elección, la oposición de ultraderecha denunció fraude, con posterior violencia callejera, como hoy se está viviendo. Seguramente, que esa misma “opinión pública” no se pregunta: ¿Y si fuera esa misma oposición la que organiza el fraude electoral en Venezuela?. ¿Quién sabe que las encuestas en boca de urna que daban ganadores a la oposición con el 70% de los votos, las hizo Edison Research, difundida por la CNN y la BBC, con otras multinacionales de “información”? ¿Quién sabe que la empresa Edison Research, es una empresa estadounidense, con sede en Nueva Jersey, que trabaja para el gobierno estadounidense y de estrecha vinculación con la CIA (Central Americana de Inteligencia)?. ¿Quién sabe que la oposición sólo publicó las actas de las mesas donde ganaron, que es menos del 10% de las más de 30 mil mesas electorales? ¿Quién sabe que el Consejo Nacional Electoral no ha publicado todos los resultados, como siempre lo hizo (plazo legal 30 días hábiles posterior a las elecciones), debido a los ataque informáticos sufrido? ¿Alguien pidió las actas de las elecciones de EE.UU. cuando el mismo Presidente de entonces, Donald Trump, denunciaba un supuesto fraude electoral? ¿Algún otro, exigió las actas de las últimas elecciones de Brasil, cuando hasta el día de hoy el ex presidente Bolsonaro no reconoce el triunfo de Lula Da Silva?
El problema no son las actas, que ya las verán. El problema es mucho más profundo y es lo que ocultan los medios de comunicación, lo que no informan las y los periodistas, lo que no debaten las y los intelectuales. Venezuela es especial, porque a diferencia de los demás países de América Latina, con honrosas y pocas excepciones, el Ejército Bolivariano no está para resguardar y garantizar la defensa de los intereses de la oligarquía local, con lazos profundos con EE.UU., ni tampoco defender modelos económicos que llevan a la concentración de la riqueza. Venezuela es especial, porque tiene 303.806 millones de barriles de petróleo, la mayor reserva probada del mundo, y los capitales cada vez más avarientos y sanguinarios, no perdonan a un Pueblo que no se deja dominar, tomando el legado de su prócer Simón Bolivar, y por qué no decirlo, también del general José de San Martín.
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