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Columnistas
04/08/2024

Reflexiones caraqueñas en días olímpicos

Reflexiones caraqueñas en días olímpicos | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

Impresiona notar como solamente en dos años se ha resignificado el término “imperialismo”, cuando sus beneficiarios se retuercen en la decadencia y gradual pérdida de poder global o, al menos, en la idea de que dicho poder tiene contrincantes más que serios.

Oliverio Jitrik

Los resultados electorales en Caracas han desatado, ni bien concretados, inacabables aullidos en toda la región, bien alertados sus medios de comunicación que, como se ratifica, son eficaces en su objetivo de mantener a poblaciones enteras del centro y de los traspatios de Occidente en estado de supervivencia neuronal periférica, con ínfimas oscilaciones por arriba del estado basal neutro, el que, según la neurología, marca la nula actividad cerebral. Los valores diferentes de cero de esta actividad se limitan a la mera repetición de la propaganda al servicio del ‘establishment’ occidental.

En nuestra región, los medios se afanan en insistir que hubo fraude en la victoria de Maduro el domingo pasado, que no es victoria pues, y que hay que darles gusto y ungir al presidente que le gusta a Boluarte o a Boric: el interpósito de “Marrría Courrina Machado”, como lo pronuncia el buen Roger Waters.

Por su lado, Milei no se limita a señalar “irregularidades” y la “revisión de las actas” sino que, directamente, promueve que se produzca un golpe de estado. Estos desplantes harán al “León” Milei merecedor de algún castigo si, en algún futuro venturoso, ya no pueda protegerse bajos los pliegues de las faldas del imperio, cuyas cabezas han sido claramente más cautas que los siervos latinoamericanos (desde luego, exceptuando a Arce, a Ortega, Díaz Canel y a Xiomara).

Todo natural y esperable en Argentina, pero todavía nos llega a perturbar que, aún para cierto progresismo vernáculo -“la Cámpora” por ejemplo- Maduro sea un dictador; o la realidad actual de Cristina Fernández, decidida a no agitar el avispero ni en defensa propia. El todavía postergado reconocimiento de AMLO y Lula al triunfo de Maduro (decisión juzgada de “prudente” por sus acólitos) deja pasar otra oportunidad de marcar el territorio en América Latina, y avisarle a todos los países ya satélites oficiales de Washington que no será fácil vencer al lado correcto de la historia, ni en Caracas, ni en Managua. Sin embargo, el gobierno de AMLO boicoteó la reunión de la OEA para presionar a Venezuela a mostrar actas electorales: la reunión fracasó al no conseguir mayoría absoluta.

El presidente Nicolás Maduro se ha constituido hoy en el verdadero “cuco” de ocasión para este gigantesco Concilio de Tontos, es el “dictador” con todas las letras; ya dejemos en paz a Putin que, sí, dijimos que era autócrata pero nos está dando tal paliza en el frente que no sea que, en su victoria final, nos cobre cuentas.

El error de Maduro, quizás -que no sería error a la luz de su victoria- fue aceptar mecanismos “democráticos” a la inglesa que, inevitablemente conducen a la coptación inmediata de las clases medias, aquél infeliz sector que solamente actúa como caja de resonancia de los intereses del Occidente Colectivo y que puede tumbar el proyecto bolivariano -bueno o malo pero sin duda necesario como la barrera mínima al imperio, lo que de paso bien le sirve a cualquier líder con intenciones nacionalistas. Como a Colombia o Brasil, hoy un poquito reticentes. Pero Maduro aceptó este juego, había que quedar bien con la Democracia, “legitimarse”, y hoy pelea la aceptación de su renovado mandato.

Es impresionante notar como solamente en dos años se ha resignificado el término “imperialismo”, cuando sus beneficiarios se retuercen en la decadencia y gradual pérdida de poder global o, al menos, en la idea de que dicho poder tiene contrincantes más que serios. La estrategia hegemonista de Occidente se juega hoy en las acciones de dos corrientes en apariencia enfrentadas, con sus escalas de grises.

Por un lado, las derechas tradicionales “republicanas”, bien representadas por el corrupto uribismo en Colombia, los constantemente referidos Trump, Bolsonaro, Milei, o el partido Vox español. Son fachos “sinceros”, no tienen problema de marcarse como feroces neoliberales o supremacistas. Son mantenidos por el poder central porque, como el caso de Milei, les entrega recursos de manera gratuita o como meros fusibles descartables, y claro está, exceptuando a Trump, si llegara a ganar las elecciones. La otra punta del “bi-dente”, no menos afilada que la primera, es todo el lado “lindo” y “progresista”, el de las socavadas socialdemocracias de Bruselas y el DP gringo: la candidata, los Obama y toda esa caterva no menos peligrosa que los primeros y que siguen sembrando destrucción en el planeta, sea Ucrania, Yemen, o Gaza. Tienen a mucha gente de buena voluntad engañada, que cree que Francia es “progresista”, porque exhibe en sus JJOO la cabeza de María Antonieta en brazos de su tronco todavía animado o coreografía bailes dionisíacos y transgenéricos en medio de la matanza de Gaza, de la cual Macron es socio.

Al Concilio de Tontos citado no le molesta que Rusia esté ausente en los Juegos lo que es, en todo caso, una fortuna para aquellos: les ahorraron malos tragos en el corazón del antirrusismo europeo.

Pero, ¿qué podemos hacer si la mayoría de quienes nos rodean son inocentes participantes de este Concilio sin saberlo, es decir, doblemente inocentes? ¿cómo producir en ellos una vibración de duda o inquietud si creen que nada de esto le atañe?

Este fenómeno, definitivamente, nos aísla, confina las conversaciones al desarrollo deportivo de las Olímpicos en curso, no vaya ser que turbemos la paz interior de buenas personas, que nos quieren, que queremos, al fin que “no nos vamos a pelear por razones políticas”.

29/07/2016

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