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Columnistas
28/07/2024

Delinquen “los mercados”, no los niños

Delinquen “los mercados”, no los niños | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

El sistema penal actual está teniendo un papel constitutivo en la configuración del futuro argentino, porque ha decidido meterse con los adolescentes y los niños.

Juan Chaneton *

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El papel histórico del progresismo en la era de la globalización es preparar el acceso al gobierno de la ultraderecha. Aquí, ya se hizo y el que lo está haciendo muy bien ahora es Boric en Chile.

Esto no es nada bueno, sobre todo, cuando las consecuencias de las inconsecuencias que instala la dictadura neoliberal en Latinoamérica las sufren víctimas insólitas a las que se pretende hacer "pagar el pato" de las inenarrables irracionalidades que instaura la racionalidad de mercado.

Por nuestra parte, el presente nos acucia en los siguientes términos: el sistema penal actual está teniendo un papel constitutivo en la configuración del futuro argentino, porque ha decidido meterse con los adolescentes y los niños.

Hasta hoy, las poblaciones carcelarias, en la Argentina, están compuestas, mayoritariamente, por adultos que son regimentados en su vida cotidiana hasta en los más ínfimos detalles, como si fueran niños; ahora, nos enfrentamos a la posibilidad cierta de que los propios niños empiecen a ser tratados como adultos, aunque la literalidad de cada artículo del proyecto de ley infanto-represivo que proponen la ministra de Seguridad y el ministro de Justicia, se ocupe, con mucho cuidado, de filtrar por los entresijos del discurso, una presunta preocupación por la salud física y psíquica de esas víctimas juveniles para las cuales haber nacido ha resultado todo un inconveniente y seguir viviendo, una pesadilla.

Pero se trata de puro fingimiento preventivo, pues nadie sinceramente preocupado por brindar, a niños y adolescentes, sanas y verdaderas condiciones de realización personal mirando a su futuro, jamás podría querer enviarlos a prisión pues, con toda evidencia, no es allí donde esa salud física y psíquica estarán debidamente resguardadas. Pero pretenden hacerlo y hasta incurren, para ello, en tentativa de disimulo pues citan, incluso -en un alarde de cinismo-, la Convención sobre los Derechos del Niño.

El argumento -o, más bien, el sofisma- para fundar la punición de niños no es si a determinada edad el sujeto sabe o no sabe lo que está haciendo. Eso es un penoso y miserable simplismo. En lo sustantivo, la fórmula "ya puede discernir" constituye, en las módicas cabezas de sus enunciantes, una función de aquella otra (a la que tal vez en su momento adhirieron): "algo habrán hecho". El terrorismo nunca es el mismo pero sus efectos siempre son idénticos. Y encerrar a un niño es una forma de terrorismo en la que el adentro (la cárcel) es una función del afuera (el poder disciplinario-represivo). El joven que va preso denuncia, en el instante mismo de trasponer los portones de la prisión, el fracaso del sistema económico y político para dotar a la sociedad de condiciones mínimas de realización.

La ley que están impulsando Bullrich y Cúneo Libarona es fruto de la apelación a la demagogia punitiva. Por eso, si llegara la malhadada hora en que tuviera que aplicarse este ucase huero de toda sensibilidad por lo que acontece en el mundo infantil y adolescente, será más importante la difusión mediática de los procedimientos policiales y no el encierro mismo que, encima, será disfuncional al economicismo "macro" vigente, porque vigilar es más caro que castigar.

Por fin, los autores del instrumento represivo provisoriamente autonombrado como "régimen penal juvenil" incurren en la disparatada afirmación de que la eventual comisión de un delito por parte de un adolescente "pone en evidencia riesgo social y conflictividad" (art. 4°), cerrando los ojos a la evidencia verdadera: que los entornos en los que nacen, viven y crecen los niños y adolescentes de este país administrado por neoliberales fanáticos o por progresistas vacilantes, son criminogenéticos, cualquiera sea el nivel social de esas víctimas que, por lo demás, son señaladas por las encuestas especializadas como poblaciones de ínfima participación en delitos en comparación con la de adultos, sin contar con que encerrar niños con la vista puesta en futuras performances electorales, muestra, sobre todo, la catadura ética de los encargados, en la Argentina, de gestionar la seguridad y la justicia.



(*) Abogado, periodista, escritor.
29/07/2016

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