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«What a Wonderful World» es una canción de jazz escrita por Bob Thiele y George David Weiss, estrenada por Louis Armstrong y editada por primera vez en 1967. Con la idea de ser un antídoto al clima político y racial de la década de 1960, la canción fue ofrecida por sus autores a varios intérpretes, pero finalmente fue la ronca voz de Armstrong, quien le dio vida y fama. Aquellos autores, quienes pretendían encender una luz de esperanza en este mundo y en aquella época, jamás hubieran imaginado el mundo actual. Un mundo en donde la riqueza de los cinco hombres más ricos del planeta se ha duplicado desde 2020 hasta hoy. Mientras que, durante el mismo período, 5000 millones de personas, el 60% de la humanidad, se han empobrecido.
Si cada uno de esos cinco hombres más ricos gastase un millón de dólares diarios, les llevaría 476 años agotar su riqueza (Informe OXFAM – 2024). Según el diario New York Time (1 de diciembre 2023), Jeff Bezos es uno de los hombres más ricos del mundo. Su fortuna, de 167.400 millones de dólares estadounidenses, ha aumentado en 32.700 millones de dólares desde 2020. El 1 % más rico de la población mundial posee el 43 % de los activos financieros globales.
Las fuentes consultadas para este artículo son, en el esquema político ideológico europeísta, más bien de centroderecha, lo cual hace sospechar que la realidad mundial de la riqueza podría ser aún más desigual.
La presente década es un hito en el registro de la mayor desigualdad y descontrol de los dos últimos siglos. En solo cuatro años, hemos experimentado una pandemia mundial, nuevas guerras, acumulación de riquezas descomunal, crisis económica para la inmensa mayoría de los habitantes del mundo y un colapso climático impronosticable. Cada una de estas crisis ha ensanchado la brecha, no tanto entre los ricos y las personas que viven en la pobreza, sino entre una minoría de oligarcas y la inmensa mayoría de la población mundial.
Estamos viviendo una era en la cual el poder de los monopolios permite controlar los mercados, establecer las condiciones de intercambio, y obtener beneficios extraordinarios, sin temor a perder negocios. Esos beneficios de las grandes empresas enriquecen directamente a sus accionistas, a costa de las y los trabajadores y de la inmensa mayoría de la población que se empobrecen día a día.
Las personas que están sumidas en la pobreza no tienen cara ni nombres; siempre forman parte de estadísticas, porcentajes, son un número, y generalmente redondeados. Pero detrás de los monopolios se encuentran los llamados milmillonarios, que sí tienen cara y nombres, como Bernard Arnault (patrimonio neto: 191.300 millones de dólares estadounidenses) es el segundo hombre más rico del mundo y preside Moët Hennessy Louis Vuitton; Jeff Bezos (patrimonio neto: 167.400 millones de dólares estadounidenses) construyó el imperio Amazon; Aliko Dangote (patrimonio neto: 10.500 millones de dólares estadounidenses), la persona más rica de África, ostenta un “cuasi monopolio” sobre el cemento en Nigeria así como poder de mercado en todo el continente; Julio Ponce Lerou (patrimonio neto: 2.500 millones de dólares estadounidenses), el segundo hombre más rico de Chile y ex yerno del dictador chileno Augusto Pinochet, es conocido como el “rey del litio”; Masayoshi Son (patrimonio neto: 22.500 millones de dólares estadounidenses) dirige el gigante japonés de inversiones Softbank (Bussines Insider-Financial Times-Forbes).
Si bien solo el 21 % de la humanidad vive en países del Norte, en estos países se concentra el 69 % de la riqueza privada y el 74 % de la riqueza milmillonaria del mundo, a pesar del ascenso económico de China. ¿Será una vuelta al colonialismo? Porque la mayoría de los súper ricos siguen viviendo en Europa y Estados Unidos (Pag. Estadística OXFAM). Para el “viejo continente”, esto es en gran medida un legado del colonialismo y el imperialismo. Estados Unidos, no queda al margen cuando se habla de imperio. El país del norte se ha beneficiado sustancialmente de su dominio económico mundial, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX. Gran parte de su riqueza tiene su origen en la esclavitud y en el despojo sistemático de los pueblos del mundo.
Esta realidad, no es producto de una casualidad, es el poder que han cedido los Gobiernos a los monopolios. Y en los gobiernos no hay excepciones en este caso, sean del país que sean, al menos de este lado del mundo. Desorientado se encontraría Franklin D. Roosevelt, el ex presidente demócrata de EE.UU., quien gobernó en el período de la Gran Depresión y decía: “La libertad en una democracia no está asegurada si el pueblo tolera el crecimiento del poder privado hasta un punto en que sea más fuerte que su propio Estado democrático”. Los Gobiernos han hecho posible, por acción u omisión, que las empresas más grandes crezcan y sean más rentables. Mientras tanto a esos mismos Gobiernos les resulta imposible mantener sus finanzas a flote ante el aumento de las deudas y la escalada de los precios de las importaciones de combustible, alimentos y medicinas. Se están viendo obligados a recortar el gasto público y la población está contraatacando con enormes huelgas y movilizaciones de protesta, desde las regiones más pobres del continente africano hasta las huelgas de trabajadores y trabajadoras de Amazon, llevada a cabo en 30 países, a pesar de que el hombre más rico del mundo no les permite sindicalizarse a sus trabajadoras/es.
Para comenzar a revertir esta situación, donde los gobiernos parecieran ser sólo unos gerentes de las grandes empresas que deben garantizar su máxima rentabilidad, un Foro de exdirigentes -con más de 100 participantes- propone establecer un gravamen anual del 2% sobre las fortunas superiores a u$s1.000 millones. La iniciativa fue conocida a partir de la propuesta del Presidente brasileño Ignacio Lula Da Silva en la cumbre del G20 realizado en febrero. Entre los firmantes, procedentes de todo el espectro político, figuran la chilena Michelle Bachelet, el sueco Stefan Lofven, los españoles Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, el francés Dominique de Villepin, la canadiense Kim Campbell, la australiana Julia Gillard y el surcoreano Han Seung-soo. Recordemos que algo similar se hizo por única vez en nuestro país en el contexto de la pandemia, impulsado por los Diputados Máximo Kirchner y Carlos Heller. A pesar de la resistencia de un sector importante del empresariado y la propaganda negativa a tal iniciativa por parte de los medios hegemónicos de comunicación, fue pagado por casi 10.000 contribuyentes y se recaudó 1,237 mil millones de dólares, que sirvieron para paliar costos de la pandemia, promover proyectos productivos y financiar el gasoducto Néstor Kirchner. (Diario “La Nación” 21/12/21 y Boletín oficial).
Está claro que no todos los países, ni todos sus gobiernos se encuentran en las mismas posiciones de fortalezas ante las presiones ejercidas por los oligopolios y monopolios, y mucho menos para imponerle un impuesto a la riqueza.
Los milmillonarios son la muestra que la riqueza se concentra día a día. Hace solo 25 años, 10 empresas controlaban el 40% del mercado global de semillas, hoy sólo dos empresas controlan ese porcentaje, por ejemplo. Lo mismo sucede en las demás áreas. La farmacéutica es un claro modelo de aprovechamiento de los recursos públicos, porque aun cuando el sector público invierte en investigación, el sector privado se “apropia del resultado” y lo convierte en negocios multimillonarios. Una muestra tan palpable como letal del poder monopolístico, fueron las muertes de personas en la pandemia, que se podrían haber evitado si la lógica de distribución de vacunas no hubiese sido el lucro. Se podrían haber salvado 1,3 millones de vidas en caso de haber habido un mayor acceso a las vacunas contra la COVID-19. (Dr. Tedros Ghebreyesus, Director general de la Organización Mundial de la Salud, informe Oct/2021).
Pero en el mercado operan, más allá del capital privado, los Fondos de Inversión. Las tres grandes gestoras de fondos, BlackRock, State Street y Vanguard, gestionan en total unos 20 billones de dólares estadounidenses en activos. Juntas, estas gestoras controlan cerca de una quinta parte de todos los activos de inversión en el mundo. Estudios de la Universidad de Harvard argumentan que el poder económico que tienen estos fondos está tan concentrado, que en un futuro próximo alrededor de 12 personas controlarán la mayoría de las empresas públicas de Estados Unidos (Bloomberg).
“Podemos conseguir todo eso y mucho más -MARAVILLOSO MUNDO- si logramos unir a todas las personas trabajadoras y de bajos ingresos de todo el mundo a fin de construir un movimiento internacional capaz de acabar con la avaricia y la ideología de la élite milmillonaria, y de liderar el camino hacia un mundo basado en la justicia económica, social y medioambiental”. Así termina el prólogo escrito por Bernie Sanders, ex candidato a Presidente de los EE.UU. y actual Senador, para el Informe de la OXFAM presentado en enero de este año.
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