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Columnistas
05/05/2024

Provincialismo o federalismo

Provincialismo o federalismo | VA CON FIRMA. Un plus sobre la información.

No es lo mismo federalismo que provincialismo. En el primero, se tiene una concepción de país, mientras que en el segundo priman los intereses de la Provincia por encima de los nacionales.

Rodolfo Canini

La llamada Ley Base, aprobada esta semana por la cámara baja… muy baja, pasará al Senado de la Nación para su aprobación. Si las y los senadores, emularan a sus colegas, que aún con discursos de oposición furibunda levantaron la mano, el proyecto de Ley Base se convertirá en norma legal. Para ello, el oficialismo libertario se jugará entero. El Presidente ya comenzó con los aprietes a los gobernadores. Esa extorsión pública, que años atrás hubiera sido un gran escándalo, hoy los medios de comunicación lo naturalizan y los periodistas “ensobrados” argumentan a favor de la coerción. Qué decir de los gobernadores que han sido atropellados, vejados, humillados por Milei; aun así, la mayoría de ellos, se agolpa para no quedar afuera del Pacto del 25.

Nuestro país es federal, al menos así reza nuestra Constitución Nacional. Pero bien saben los y las trabajadoras de organismos nacionales que todo se decide en Buenos Aires, desde poner un simple cartelito hasta el cambio de cubiertas de los vehículos. El Estado se transforma en un elefante con poca movilidad y reflejos, y también habilita la ocasión para que los “negociados” abunden con los proveedores del Estado. Que no haya corrupción en esa organización vertical depende, en gran medida, del control y de la honestidad de quien la encabece. Este centralismo organizativo ha degradado cada vez más no tan solo al Estado sino también al concepto de Federalismo. Las Provincias terminaron dependiendo del gobierno nacional de turno, realidad que revierte la práctica federal. Las Provincias, de alguna manera generaron anticuerpos ante tal centralismo, distorsionando también el rol de la organización federal.

No es lo mismo federalismo que provincialismo. En el primero, se tiene una concepción de país, de la defensa de los intereses nacionales, mientras que en el segundo priman los intereses de la Provincia por encima de los nacionales. Todo lo que le hace bien al país beneficia a la provincia, pero no todo lo que favorece a la Provincia le sienta de la misma manera a la Nación. Por esto, hemos sido necesarios observadores de decisiones que se han tomado en el Senado de la Nación, que fueron nefastas. Allí se mezclan los conchabos de gobernadores, las supervivencias políticas de verdaderas castas provinciales e intereses oligárquicos locales.

Cuando existen crisis económicas los y las ciudadanas de a pie, se aferran a lo más cercano. En lo institucional, a su municipio o a su gobernación. El descreimiento político comienza de arriba hacia abajo. En los Pueblos del interior de nuestra provincia, el electorado valora más cualquier elección local o provincial que nacional. Buenos Aires está tan lejos. A simple vista se podría afirmar que es un país federal, donde el ciudadano aprecia la autonomía política. El problema es que se valora más la autonomía provincial que la soberanía nacional. No por una cuestión ideológica o de formación política, sino de supervivencia. Las dependencias personales, familiares a la estructura del Estado municipal o provincial es tan grande que obnubila cualquier referencia de orden nacional. En momentos de crisis también la historia, nuestra historia, nos escupe en la cara. Los sectores conservadores siempre niegan la historia porque tienen mucho que esconder, mientras los movimientos populares se refugian en ella para saber cómo seguir. Y en ésta ocasión de crisis resucitada, viene bien recurrir a nuestra historia.

Con el proceso independentista vino la organización nacional. Allí aparecieron dos tendencias políticas organizativas opuestas: federalismo y centralismo, que derivó en 50 años de luchas entre federales y unitarios.

El nuevo Estado Nacional estaba tironeado por los que consideraban una provincia tuviera el control sobre las otras (unitarios) con epicentro en Buenos Aires, y los que sostenían las autonomías políticas, aunque formara parte de un País (Federales). Aquellos, proponían que toda la actividad económica y la vida política estuvieran reguladas desde la capital. Los otros, mantenían una oposición al centralismo porteño. El federalismo era lo novedoso por estos lares, porque se oponía como práctica política de la tradición colonial que había concentrado el poder en el monarca y en el control del puerto. Por eso los sectores más conservadores se aferraban a la idea del poder centralizado. La nueva situación de no regirse bajo el yugo español trajo choques de intereses entre quienes habían luchado juntos por la independencia.

Las luchas entre Federales y Unitarios atravesaron inclusive después de la conformación de las Provincias Unidas y que los Federales controlaran Buenos Aires. En los últimos años de enfrentamiento surgieron diferencias dentro de los federales por las distintas visiones e intereses respecto del modo en que debía aplicarse el modelo federal. Los unitarios abogaban por las ideas liberales, conformado por intelectuales y élites económicas, mientras que los federales creían más en acuerdos y regulaciones económicas, y su conformación era más amplia y heterogénea en cuanto a intereses económicos. A pesar de los años transcurridos, estos antagonismos, y hasta la caracterización de Federales y Unitarios, se reeditan en la actualidad. Finalmente, el sistema adoptado por la República Argentina en la década de 1860 fue el federal, pero con limitaciones que aseguraron cierto predominio de su capital. Fue una victoria pírrica para los federales y una derrota victoriosa para los unitarios. Aunque la Constitución Nacional establezca que somos un país Federal somos más centralistas que el país allende la cordillera.

Costó sangre, sudor y lágrimas (más que a Churchill) a generaciones de argentinos/as construir un Estado. No está bien destruir el Estado, como pretende el oficialismo libertario, pero sí aporta el replantearse un nuevo Estado y una organización política-administrativa federal, en serio. La conciencia nacional se ha desdibujado en la Constitución Nacional y en las instituciones democráticas. En esta etapa de la organización Estado-Nación, viene ganando a Federales y Unitarios, a Nacionalistas y Liberales, a Radicales y Conservadores, a Peronistas y antiperonistas, a Kirchneristas y anti-K, el colonialismo. Ojalá que no sea el resultado definitivo.


 

29/07/2016

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